Uniformes

Respecto a los uniformes, hay dos puntos de vista opuestos y con muchos creyentes: está el que piensa que el uniforme es una prenda útil que equipara a los miembros de un grupo, y quien piensa que es una forma de alienar a ese mismo grupo privándole de individualidad e imponiendo parámetros de conducta de forma dictatorial.

Como usuario de varios uniformes a lo largo de mi vida, siempre he sido de la segunda opinión: tengo una cierta alergia a la autoridad impuesta. No es algo que me venga de mis tiempos revolucionarios, qué va: ya era así de chico. Por eso, allá a principios de la década de los setenta, mis padres desesperados por verme salir a la calle y que no estuviera todo el día leyendo como un gusano de biblioteca probaron todos los métodos posibles: clubs deportivos, clases de artesanía, de inglés, e incluso ciertas asociaciones por las que ellos sin duda tampoco sentían mucha afinidad.

No sé hasta qué punto esto fue real o un puro bluff para que saliera a la calle a jugar a la pelota, pero no funcionó. Seguí metido dentro de casa. Aun así me quedó una especie de sentimiento encontrado: por un lado detestaba todo lo que implicaba el asociacionismo scout con su cruce de viejas por la acera, uniformes ridículos y estructura jerárquica obsoleta; por otro me gustaba la idea de las excursiones, y envidiaba profundamente tres cosas: la típica navaja multiusos que todo explorador lleva, el gorro hecho con la piel de un mapache (que hoy se me antoja aberrante) y el fantabuloso Manual de los Cortapalos, un libro que contiene información práctica sobre todas las cosas del mundo. Estos dos últimos eran obviamente inventos fantasiosos de Carl Barks para el mundo de los tres sobrinos del pato Donald: a los siete años, por mucho que leyera, me faltaba contacto con la realidad.

Y pasaron los años… y ya veréis a dónde quiero llegar…

Yep. Eso es. La mayor parte de los consejos fueron muy prácticos; tal vez un quepis o una capucha hubieran podido sustituir al sombrero+pañuelo, y en algunos momentos unas chancletas hubieran superado a esas botas, pero en general todo encajaba perfectamente con la necesidad. Tanto es así que ahora, cuando voy de excursión por tierras salvajes, es más o menos lo que llevo. No se puede subestimar la sabiduría de un uniforme, a veces.

¿Y el Manual de los Cortapalos? Tengo un iPhone conectado a Wikipedia. A veces la realidad nos alcanza, sólo es cuestión de esperar.